(The Thing, EE.UU., 2011)
Marco Beltrami (Terminator 3, Señales del futuro) parece sentirse como pez en el
agua en bandas sonoras para películas de terror y suspense. Y ésta le va como
anillo al dedo. Por eso no extrañó a nadie que le eligieran para crear la
música de esta cinta.
Estamos ante la precuela de lo que John Carpenter
nos contó en su película homónima allá por 1982. De hecho, y aunque ésta se
sitúa unos años antes de los acontecimientos que narra la anterior, sigue el
mismo esquema y la misma filosofía. Esto puede ser algo positivo y es que el
director, Matthijs van Heijningen Jr., no intenta ser pretencioso intentando
descubrir la pólvora, cuando Carpenter encontró una fórmula que funcionaba.
Hasta ahí, bien; pero nada más. Porque es tan clónica de la anterior, que a
veces echamos de menos un poco de originalidad en la historia. Supongo que han seguido
la filosofía “hoolywoodiense” que predica: ¿para qué tocar una cosa que
funciona?
Pues con la banda sonora de Beltrami pasa justo lo
contrario. No somos capaces de encontrar nada de lo que compuso Ennio Morricone
para el film de Carpenter. Únicamente, esos golpes electrónicos de Humanity (part II) que Beltrami recupera
casi de forma idéntica al final del primer corte: God's Country Music. Esos "latidos" tan característicos
en la discografía de Morricone (recordemos Los
intocables de Elliot Ness, por ejemplo) han sido un recurso muy repetido a
lo largo de muchos minutos de bandas sonoras de cintas de suspense.
Aparte de esa pequeña similitud, Beltrami consigue
una composición sinfónica más tradicional que la de su predecesor. Ya en Scre4m se deja notar el esfuerzo que
lleva a cabo por crear una partitura de terror más sinfónica de lo que Joseph
Bishara (Insidious), Christopher
Young (El sicario de Dios) o Michael
Giacchino (Déjame entrar) nos han
mostrado últimamente en este género, o incluso lo que él mismo compuso para No tengas miedo a la oscuridad.
Acto seguido, nos encontramos con Road to Antarctica. Para mí, la mejor pista de banda sonora. A partir del primer minuto del corte, descubriremos una
de las pocas melodías de todo el disco desarrollada con maestría a través de un
gran desarrollo orquestal. Desde aquí, toda la composición estará al servicio
de las imágenes en cada momento concreto y de cada escena. Y lo consigue,
porque lo que escuchamos encaja a la perfección con lo que vemos en pantalla,
pero impide que el disco goce de homogeneidad alguna.
Después de las disonancias, los violines
histriónicos y los crescendos de timbales, acabamos un disco que no es
recomendable para escucharlo en casa un domingo por la mañana o un martes en el
metro, pero que cumple con su función. Realmente remarca, e incluso, intensifica
la sensación de tensión, miedo y oscuridad que se buscan en la película.
M8mm
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